La miniserie “Adolescencia”, de Netflix, ilustra cómo las redes sociales pueden influir en el comportamiento de los millennials hasta límites impensados
Por la Lic. María Fernanda Cristoforetti, Editora de Lugones Editorial
Desde que Netflix lanzó la miniserie “Adolescencia” todos los portales del mundo han publicado reseñas y comentarios de la historia creada por Jack Thorne y Stephen Graham, dirigida por Philip Barantini y con Brad Pitt como productor ejecutivo, centrada en los problemas actuales de los millennials que los padres no pueden dejar de ver.
El término “adolescencia” deriva del latín adolescens (joven) y adolescere (crecer). Sin embargo, a menudo se asocia adolescencia con “adolecer” y esta asociación cobra sentido porque esta etapa en realidad conlleva algo de “padecimiento” o “sufrimiento”.
Se trata del momento en que los adolescentes comienzan a transitar su camino, buscando nuevos rumbos, probando nuevas cosas, desafiando y desafiándose; es cuando comienza a moldearse su identidad, su sentido de pertenencia, cuando “salen al mundo”.

“Adolescencia” ilustra algunos de los conflictos que atraviesan los adolescentes como el bullying, la depresión y la agresividad
Pero el recorrido de este nuevo camino, esa “salida al mundo”, no deben transitarlo solos. Los padres deben estar con ellos, a su lado, acompañándolos, conteniéndolos, preguntándoles (sin abrumarlos) qué sienten, qué piensan, qué tienen ganas de hacer.
En este sentido, la miniserie “Adolescencia” ilustra algunos de los conflictos que atraviesan los adolescentes como el bullying, la depresión, cómo los afectan los mensajes “entre líneas” de los emojis y la agresividad hasta el punto de contar cómo Jamie, con tan solo 13 años, apuñala siete veces con un cuchillo a una compañera de su escuela.
“Pensábamos que estaba mejor en casa, en su habitación, que merodeando en la calle”, es una de las frases que la madre de Jaime enuncia hacia el final del último capítulo. “Hicimos lo mejor que pudimos”, agrega el padre.

La nueva generación parece estar influenciada (y hasta gobernada) por lo que dicen las redes sociales que imponen challenges o estereotipos físicos
Millennials influenciados
Los comentarios en las redes sociales es lo que desata la ira (¿?), furia (¿?) y venganza (¿?) de Jaime que concluye con el asesinato a sangre fría de una compañera de su escuela. Pero, ¿se trata en verdad de ira, furia y venganza? ¿Cómo puede un adolescente ser tan influenciado por los comentarios en las redes sociales, acompañados de emojis que guardan mensajes que solo esta generación conoce, para actuar de esa manera?
¿Cómo los padres creen que es más seguro que los chicos estén en su habitación a que vean a sus amigos, hagan deporte o simplemente socialicen cara a cara?
Porque la realidad es que uno de los grandes problemas de la actualidad es la falta de comunicación en todas las aristas de la vida cotidiana. Pero a los adolescentes esto les cuesta más. Forman parte de una generación digital, donde todo se resuelve con un clic, donde les cuesta hablar cara a cara, donde están influenciados (y hasta gobernados) por lo que dicen las redes sociales que imponen challenges (“desafíos”, que ya se han cobrado la vida de más de un adolescente) o estereotipos físicos.
Y los comentarios perturban, duelen, agreden, bajan la autoestima, excluyen, violentan. Y son comentarios virtuales, no cara a cara.
Nuevas formas de “hablar”
En “Adolescencia” continuamente se enuncian términos como “incel” (involuntary celibate), andrósfera o manósfera, regla del 80/20, y cobran protagonismo los emojis de la píldora roja, el poroto colorado o el número 100 en rojo.
Todo esto forma parte de las nuevas formas de comunicación de los adolescentes. Si esto mismo podrían decírselos cara a cara, quizás el final (mejor dicho, el comienzo) de la miniserie hubiese sido otro.
Hay que dejar en claro, mal que nos pese, que las redes sociales tienen un gran poder de manipulación y dominación, y también de subordinación. El mal uso de la tecnología, sin control parenteral, afecta el modo de relacionarse de esta nueva generación que se deja llevar por los “comentarios”.

No se trata que una generación sea más “sana” que la otra, ni mejor que la otra. Son dos generaciones diferentes, con sus propios conflictos y dificultades
Y aquí los padres deben estar presentes. Por supuesto que no es mejor que el chico/a esté encerrado/a en su habitación delante de la computadora o con el celular. Lo más sano para ese/a chico/a es que forje vínculos reales, con personas reales, con palabras reales.
Y la culpa de los padres también está presente, obviamente. Pero, ¿hasta qué punto se puede “intervenir” (para no decir “controlar”) en la vida de un adolescente? Todos lo fuimos alguna vez. A todos nos gustó hacer lo que no debíamos, romper reglas, burlar la “autoridad”.
Pero antes se usaba el “cara a cara”; estaba de moda el “decirse las cosas de frente”, sin emojis de por medio. Claro que los traumas también estaban presentes como las burlas (ahora bullying), los problemas de autoestima, los conflictos con los padres, los trastornos de la alimentación o las dificultades de aceptación social.

Mal que nos pese, las redes sociales tienen un gran poder de manipulación y dominación, y también de subordinación
No se trata que una generación sea más “sana” que la otra, ni mejor que la otra. Son dos generaciones diferentes, con sus propios conflictos y dificultades.
Pero pareciera que la era digital se está llevando un poco la esencia de los chicos; chicos que apuestan online, que son tímidos y retraídos y que después pueden virar a jóvenes violentos, que en una reunión en vez de compartir el momento con sus pares prefieren scrollear en el celular, que se exponen constantemente en las redes sin saber quién está del otro lado, que suben fotos divirtiéndose, desafiándose, pero, ¿hasta qué punto esto es real?
En este sentido no puede decirse que la culpa sea de los padres o de los chicos. Pero el mensaje de la miniserie es claro: los padres no deben mirar para otro lado, deben estar atentos a sus hijos, acompañándolos sin ahogarlos, escuchándolos sin juzgarlos. Y también deben hacerlo el colegio, el club y la sociedad toda. Los chicos necesitan transitar acompañados su camino de “padecimiento” y “sufrimiento, sin miedos y confiados.

Los padres no deben mirar para otro lado, deben estar atentos a sus hijos, acompañándolos sin ahogarlos, escuchándolos sin juzgarlos