Alzheimer: amor y paciencia

Lugones Editorial

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La enfermedad de Alzheimer es una patología neurodegenerativa progresiva que, en Argentina, sufre uno de cada ocho adultos mayores de 65 años 

Por la Lic. María Fernanda Cristoforetti, Editora de Lugones Editorial, Ciudad de Buenos Aires, Argentina

“La enfermedad de Alzheimer es una patología neurodegenerativa progresiva con un cuadro clínico y rasgos anatomopatológicos característicos. El diagnóstico positivo en vida es clínico (neurológico, neuropsiquiátrico y neuropsicológico) y se basa en criterios operativos estandarizados”, explica el Dr. Juan A. Ollari, Médico Neurólogo, quien se desempeña en el Área de Neurología del Hospital Británico de Buenos Aires y es miembro de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA).

Cabe señalar que la enfermedad de Alzheimer es la forma más frecuente de demencia. Se puede considerar que el 10% de los individuos mayores de 65 años padece demencia, mientras que el 60% de ellos se encuentra afectado por la enfermedad de Alzheimer. Asimismo, la prevalencia de esta patología se correlaciona con la edad y muestra un aumento exponencial de prevalencia entre los 65 y 85 años. En Argentina, se estima que uno de cada ocho adultos mayores de 65 años la padecen, y la cifra alcanza a más de 500 mil personas que lo sufren en total.

Orígenes y manifestaciones

La etiología de la enfermedad de Alzheimer es heterogénea y la forma de comienzo tardío, que es la más frecuente, no ha sido relacionada con ningún gen causal específico aunque se conocen genes de susceptibilidad. “Las formas de comienzo temprano -muy poco frecuentes, menos del 5% de los casos- son hereditarias y pueden deberse a mutaciones en los cromosomas 1, 14 y 21, además de otros factores aún desconocidos”, aclara el entrevistado, y agrega que “con mayor prevalencia se presenta en adultos mayores de 65 años, pero las formas hereditarias pueden manifestarse desde los 40 años”.

En general, todos los criterios de diagnóstico exigen la presencia de síndrome demencial que, en la enfermedad de Alzheimer, está determinado por la afección de dos o más funciones cognitivas (con compromiso precoz de la memoria y síndrome afaso-apraxo-agnósico ulterior), empeoramiento progresivo y ausencia de síndrome confusional o enfermedades sistémicas que pudieran ser causa del deterioro cognitivo. “Apoyan el diagnóstico, el compromiso en las actividades de la vida diaria, los cambios conductuales o síntomas neuropsiquiátricos bien desarrollados (depresión, ideación delirante), los trastornos neurovegetativos (cambios en el apetito, preferencias alimentarias, ritmos circadianos), la historia familiar positiva y los exámenes de laboratorio en general normales o con hallazgos inespecíficos”.

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El paciente necesita de cuidados y contención para tener una mejor calidad de vida 

Dificultades

La progresiva pérdida de las funciones intelectuales interfiere en la interacción social y familiar del paciente, y lo expone a riesgo de accidentes o situaciones potencialmente peligrosas. Con la aparición de los trastornos de conducta, se incorporan estados de agitación, irritabilidad y temor. “Frecuentemente, la persona con enfermedad de Alzheimer es sometida a demandas superiores a su capacidad funcional lo cual aumenta su estrés y favorece la aparición de conductas no deseadas o catastróficas. Por tal motivo es importante realizar una amplia evaluación neuropsicológica para elegir acertadamente las tareas que le eviten situaciones de tensión”.

Recursos y estrategias

Las personas con enfermedad de Alzheimer presentan un variado espectro de alteraciones que se manifiestan no solo en los aspectos cognitivos sino también en forma de síntomas conductuales y del estado de ánimo con incidencia en sus capacidades funcionales que afectan, en última instancia, la vida laboral, social y familiar. El empleo de recursos farmacológicos no deberá excluir el uso de otras estrategias terapéuticas dirigidas a los aspectos biopsicosociales del paciente porque persiguen los mismos objetivos: 

  • Retrasar el deterioro. 
  • Estimular las funciones conservadas.
  • Mejorar la sintomatología no cognitiva. 
  • Conservar las actividades de la vida diaria.
  • Mejorar la calidad de vida.

“De esta manera, la mejor intervención será aquella que contemple la complementariedad de ambos tratamientos: farmacológico y no farmacológico”, manifiesta el Dr. Ollari.

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La mejor intervención será aquella que contemple la complementariedad de ambos tratamientos: farmacológico y no farmacológico

Nutrición y cuidados

Si bien aún no existen estudios controlados en humanos que hayan demostrado influencia de la dieta en el curso evolutivo y pronóstico de la enfermedad de Alzheimer, varias investigaciones sostienen que algunos alimentos y compuestos químicos favorecen cierta actividad neuroprotectora:

  • Las frutas con alto contenido de antioxidantes (polifenoles) mejoran los niveles de acetilcolina y reducen la homocisteinemia.
  • Los ácidos grasos poliinsaturados reducen el estrés oxidativo, tienen efecto antiapoptótico, antinflamatorio y protector de proteínas sinápticas. El efecto neuroprotector del aceite de pescado (arenque y caballa) se atribuye a los ácidos grasos omega 3
  • El consumo moderado de vino (rico en flavonoides antioxidantes), a razón de una copa cada 24 h, reduce en un 50% el riesgo de deterioro cognitivo leve en la EA y en la demencia vascular. 

Cuidados del paciente y del cuidador

Para una mejor calidad de vida, se sugiere que el paciente viva en un medio ambiente seguro y familiar, tenga rutinas establecidas, realice juegos de memoria e ingenio, se ejercite regularmente y desarrolle una dieta balanceada. Todo ello apunta a que pueda prolongar su autonomía funcional, mantener su dignidad, reforzar su autoestima y conservar la comunicación con el entorno.

Por su parte, la sobrecarga del cuidador suele ser la causa más importante de institucionalización de los pacientes que padecen enfermedad de Alzheimer. De allí la necesidad de “cuidar al cuidador”; es decir, conservar su salud física y emocional. “Si la persona que cuida al enfermo se encuentra enfadado o deprimido con frecuencia, o sus emociones empiezan a estar fuera de control, se aconseja que busque consejo profesional o que descanse de su labor de cuidador y tenga un reemplazo”, concluye el especialista.

Autora: Lic. María Fernanda Cristoforetti. Derechos de reproducción: Sello Editorial Lugones®, Editorial Biotecnológica S.R.L. Se prohíbe la reproducción total o parcial de este artículo sin las autorizaciones de la autora y de la editorial. Obra registrada en la Dirección Nacional del Derecho de Autor, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República Argentina. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.