Atención: lunares

Lugones Editorial

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Es clave prestar atención a los cambios que algunos lunares pueden experimentar: color, forma, textura, incluso si pican, duelen o se ulceran

Por la Lic. María Fernanda Cristoforetti, Editora de Lugones Editorial, Ciudad de Buenos Aires, Argentina

No es lo mismo una peca que un lunar. Las pecas, también llamadas efélides, son zonas pequeñas de piel con más pigmentación, que se oscurecen con la exposición a la luz solar durante el verano y luego tienden a atenuarse durante el invierno. Suelen aparecer en la infancia, la adolescencia y la juventud, pero su cantidad y distribución pueden aumentar durante esos años.

“Generalmente son más comunes en las personas de piel blanca y en las pelirrojas. Son genéticas o congénitas, y también pueden surgir por estímulo lumínico solar. Aunque no suelen ser señal de un trastorno oculto de la piel ni requieren tratamiento, dado que son benignas y en general no presentan condición de peligrosidad, es importante revisarlas por si se percibe algún cambio, como una mancha que crece o posee bordes irregulares”, explica la Dra. Carolina Cuccarese, Médica Dermatóloga.

– ¿Qué son los lunares?

– A diferencia de las pecas, son formaciones de melanocitos (células que dan a la piel su color bronceado o marrón) que se agrupan y pueden adquirir diferentes formas. Los lunares pueden ser genéticos o congénitos, incluso pueden desarrollarse con los años u originarse por estimulación solar. 

Hay lunares típicos y atípicos. Mientras los primeros no revisten consecuencias serias (aunque de todas formas deben controlarse), los segundos presentan mayor riesgo de transformarse en una forma de cáncer de piel denominada melanoma. Por lo tanto, cada paciente debe prestar atención a los cambios de forma, color y tamaño, y consultar con su dermatólogo/a. La normativa de hace un par de años en relación al control de lunares, manchas, pecas o lesiones de la piel es una excelente iniciativa para el cuidado de la piel y la salud en general.

Cabe aclarar que es importante diferenciar estos lunares de otro tipo de lesiones visibles como máculas o manchas de color, llamadas melasma, que se originan por otras causas como, por ejemplo, el embarazo. 

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En la consulta se observan cambios de forma, color y tamaño de los lunares

– ¿Cuándo hay que prestar atención a un lunar?

 Hay lunares muy frecuentes como el basocelular, en el cual las células tienen características anormales, malignas y alteradas, pero no presentan riesgo de mortalidad. Para tratar este lunar, que es el más común en la tercera edad, se realiza una escisión para sacarlo o destruirlo.

Por su parte, un lunar espinocelular, frecuente en personas de la segunda y tercera edad, resulta no tan benigno como el basocelular, pero afortunadamente no es tan maligno como el melanoma. 

Por lo tanto, si un lunar cambia de color o forma, si sus bordes ya no son regulares o si su aspecto pasó de plano a sobreelevado, incluso si sangra, pica, duele o se ulcera, es momento de visitar a un dermatólogo/a. Por eso insistimos que los pacientes todos los años acudan a la consulta para una evaluación general de su cuerpo.

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“A diferencia de las pecas, los lunares son formaciones de melanocitos (células que dan a la piel su color bronceado o marrón) que se agrupan y pueden adquirir diferentes formas. Los lunares pueden ser genéticos o congénitos, incluso pueden desarrollarse con los años u originarse por estimulación solar”, explica la Dra. Cuccarese 

– En relación al cáncer de piel, ¿qué actitud debe tomarse?

 El melanoma es un tipo de cáncer de piel que se origina cuando los melanocitos comienzan a crecer fuera de control, incluso con la posibilidad de atacar células del sistema nervioso. Es decir, las células de casi cualquier parte del cuerpo pueden convertirse en cáncer, con el riesgo de extenderse a otras áreas. Si bien el melanoma es mucho menos frecuente que otros tipos de cánceres de piel, es más peligroso porque es más probable que se propague si no se detecta y trata a tiempo.

Para prevenir el cáncer de piel es fundamental no exponerse al sol en los momentos en que los rayos están directos y perpendiculares (es decir, entre las 11 y las 16 horas), usar siempre protector solar con factor 40 o más (que brinda un bronceado sano y duradero, a la vez que protege el núcleo de la célula), cubrir zonas sensibles como labios y pabellones de las orejas con sombreros de ala ancha, y remeras para proteger los hombros. No olvidar colocar protector solar en los pies, la parte del cuerpo que más expuesta está a los rayos del sol.

Autora: Lic. María Fernanda Cristoforetti. Derechos de reproducción: Sello Editorial Lugones®, Editorial Biotecnológica S.R.L. Se prohíbe la reproducción total o parcial de este artículo sin las autorizaciones de la autora y de la editorial. Obra registrada en la Dirección Nacional del Derecho de Autor, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República Argentina. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.