La hipertensión es el principal factor de riesgo para sufrir una enfermedad cardiovascular. Se previene con la reducción del consumo de sal, una dieta saludable y el ejercicio
Por la Lic. María Fernanda Cristoforetti, Editora de Lugones Editorial, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
La hipertensión arterial se define como el aumento de la presión arterial de forma crónica. Es una enfermedad que no presenta síntomas durante mucho tiempo y, si no se trata, puede desencadenar complicaciones severas como un infarto de miocardio, una hemorragia o trombosis cerebral, lo cual puede evitarse si se controla adecuadamente.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) es el principal factor de riesgo para sufrir una enfermedad cardiovascular. Cada año ocurren 1,6 millones de muertes por patologías cardiovasculares en la región de las Américas, de las cuales aproximadamente medio millón corresponde a personas menores de 70 años, lo cual se considera una muerte prematura y evitable. Afecta entre el 20 y el 40% de la población adulta de la región y significa que en las Américas alrededor de 250 millones de personas padecen presión alta.
Afortunadamente es prevenible o puede posponerse mediante la disminución del consumo de sal, una dieta rica en frutas y verduras, el ejercicio físico y el mantenimiento de un peso saludable.
Enfermedad silenciosa
Es un trastorno en el cual los vasos sanguíneos tienen una tensión persistentemente alta que puede dañarlos. Cada vez que el corazón late, bombea sangre a los vasos, que llevan la sangre a todas las partes del cuerpo. La tensión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de los vasos (arterias) al ser bombeada por el corazón. Cuanto más alta es la tensión, más esfuerzo debe realizar el corazón para bombear.
La tensión arterial normal en adultos es de 120 mmHg cuando el corazón late (tensión sistólica) y de 80 mmHg cuando se relaja (tensión diastólica). Si la tensión sistólica es igual o superior a 140 mmHg y/o la tensión diastólica es igual o superior a 90 mmHg, la tensión arterial se considera alta o elevada.
La mayoría de las personas con hipertensión no muestra síntomas, por ello se la conoce como una “enfermedad silenciosa”. En ocasiones causa síntomas como dolor de cabeza, dificultad respiratoria, vértigos, dolor torácico, palpitaciones y hemorragias nasales, pero no siempre.
Algunos factores de riesgo identificados son:
- Modificables: el consumo de tabaco y alcohol, el sedentarismo, la inadecuada nutrición (tanto el elevado consumo de sodio presente en la sal como el bajo consumo de potasio se asocian a la hipertensión arterial, además de la ingesta de grasas especialmente saturadas de origen animal), el estrés y la obesidad.
- No modificables: la edad (las personas mayores de 65 años tienen un mayor riesgo de padecerla), la herencia, el sexo (antes de los 55 años de edad, los hombres presentan más probabilidades que las mujeres, luego de los 55 años de edad, ellas tienen más probabilidades), padecer diabetes o trastorno del metabolismo.
Por ende, si la hipertensión no se controla puede provocar un infarto de miocardio, un ensanchamiento del corazón y, con el tiempo, una insuficiencia cardíaca. Los vasos sanguíneos pueden desarrollar protuberancias (aneurismas) y zonas débiles que los hacen más susceptibles de obstruirse y romperse. La tensión arterial puede ocasionar que la sangre se filtre en el cerebro y provocar un accidente cerebrovascular. La hipertensión también puede originar deficiencia renal, ceguera y deterioro cognitivo.
El ejercicio y la dieta son pilares fundamentales para prevenir la hipertensión
El valor del ejercicio
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Sociedad Internacional de Hipertensión Arterial incluyeron la recomendación de realizar ejercicio físico entre las medidas no farmacológicas destinadas a disminuir los valores de tensión arterial.
En este sentido se deberá orientar (y motivar) al paciente hipertenso a realizar ejercicio físico para mejorar su presión arterial y disminuir sus factores de riesgo coronario. Ello se debe a que la actividad física ayuda a mantener un peso saludable e incluso la adaptación cardiovascular mejora con ejercicios regulares de resistencia y se produce una reducción de la presión arterial en un estado de estrés y reposo. Por estos motivos es importante practicar regularmente deportes de resistencia moderados, que principalmente activan el corazón y el sistema circulatorio. Así otros de sus beneficios son:
- Reduce la incidencia de accidentes cerebrovasculares e infartos de miocardio.
- Mejora la frecuencia cardíaca, el gasto cardíaco, la resistencia vascular periférica, el volumen plasmático y la densidad capilar.
- Disminuye la actividad del sistema renina-angiotensina, y de la actividad del sistema nervioso simpático; a su vez actúa contra la hiperinsulinemia y la resistencia a la insulina.
- Mantiene el peso corporal y previene la obesidad.
- Brinda efectos saludables sobre la masa muscular y ósea; además fortalece las articulaciones.
- Posee potentes efectos cardioprotectores (mejora el perfil lipídico del colesterol total, triglicéridos, LDL y HDL), previene la formación de coágulos y trombos, incluso la isquemia e infarto del miocardio y accidente vascular encefálico, además de reducir las arritmias del corazón.
- Alivia estados de ansiedad, depresión y estrés.
De este modo, luego de realizar ejercicio físico aeróbico regular (caminar, pedalear, trotar, correr o nadar) se produce una vasodilatación periférica y la presión arterial sistólica desciende. Además, la frecuencia cardíaca suele ser más baja en los individuos que realizan entrenamiento físico de forma regular respecto de aquellos que no lo hacen.
El ejercicio brinda efectos saludables sobre la masa muscular y ósea; además fortalece las articulaciones
Tratamiento integral
Es fundamental seguir un tratamiento regular de por vida para reducir la presión y mantenerla estable que incluye:
- Tomar los fármacos prescriptos por el profesional de la salud.
- Mantener un peso corporal saludable.
- Reducir o eliminar el agregado de sal en las comidas; evitar los productos preparados y en conserva, y no emplear demasiada sal en la preparación de los alimentos.
- Reducir el consumo de café.
- Optar alimentos ricos en potasio, como legumbres, frutas y verduras.
- Abandonar el tabaco.
- Seguir una dieta rica en ácidos grasos poliinsaturados y pobre en grasas saturadas.
- Realizar actividad física diaria previa consulta médica y con asesoramiento de un entrenador capacitado.
Referencias: Organización Mundial de la Salud/ Organización Panamericana de la Salud.
Autora: Lic. María Fernanda Cristoforetti. Derechos de reproducción: Sello Editorial Lugones®, Editorial Biotecnológica S.R.L. Se prohíbe la reproducción total o parcial de este artículo sin las autorizaciones de la autora y de la editorial. Obra registrada en la Dirección Nacional del Derecho de Autor, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República Argentina. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.